Este escrito, con la
segunda carta de Pedro, muestra una mentalidad muy diferente del resto del NT.
Por su estilo y manera de argumentar se ve que procede de un círculo de acusada
marca judía.
La carta responde a
una situación concreta: en la comunidad o comunidades se han introducido falsos
maestros (4) que ponen en peligro la fe y contaminan las comidas fraternas de
los fieles (12).
No se explica
claramente en qué consisten sus errores, pero se les desacredita por su
comportamiento. Son unos charlatanes (16b), tal vez por presumir de
espirituales, mientras no tienen espíritu (19). Si negaban la mesianidad de
Jesús (4) podrían representar una tendencia semejante a la que se combate en 1
Jn 1,22-23, etc. En todo caso, el autor los acusa de arrogancia (8) y de
libertinaje (4.10); esta acusación hace pensar en grupos gnósticos que
sostenían que lo corporal no puede manchar al espíritu. Se les amenaza con el
castigo divino, inspirándose en modelos del AT: los israelitas incrédulos en el
desierto (5), los ángeles (6), Sodoma y Gomorra (7) y otros (11). El autor se
apoya en escritos apócrifos del AT, en particular en la «Ascensión de Moisés»
(9) y el «Apocalipsis de Henoc>> (14-15).
Los lectores deben
aferrarse a la fe, que ya no se interpreta como una entrega personal a Dios,
sino como una ortodoxia doctrinal (3.20), practicar la oración y mantenerse en
el amor de Dios (20.21). Deben recordar la predicación de los apóstoles que
predijeron la aparición de esa gente extraviada para el tiempo final (17-18).
El escrito no tiene
casi forma epistolar. El autor se dice hermano de Santiago, que es, sin duda,
el pariente del Señor (Sant 1,1; Hch 15,13, etc.; 1 Cor 15,7; Gál 1,19; 2,9)
también él es, por lo tanto, pariente de Jesús, el tercero nombrado en Mc 6,3,
el cuarto en Mt 13,55.
Se discute, sin
embargo, tal atribución. El griego refinado y retórico en que escribe no
corresponde a un judío palestinense y la referencia a predicciones de los
apóstoles acerca de los tiempos finales (17.18) coloca al escrito en época
relativamente tardía. Su autor parece haber sido un judío-cristiano de lengua
griega, quizá en contacto con tradiciones procedentes de Judas y Santiago, y su
obra puede datarse de finales del siglo I.
Las citas de escritos
apócrifos, no admitidos en el canon del AT, hizo retrasar su admisión
definitiva en el canon del NT, aunque en Occidente formó parte de él desde el
siglo IV.
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